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«A mi querida Xàbia» por Juan Legaz Palomares

31 de enero de 2021 - 00:50

Bajo la sombra de tus palmeras y la suave y dulce brisa de tu mar, entre las hojas y ramas la espesura, y las cristalinas aguas que depuran mi rugoso cuerpo, veo y disfruto, cómo en tus jardines vagan las auras más placenteras, brota la esencia de tus flores y jazmines expectantes ante un cielo sin nubes, un brillante amanecer que ilumina tus ancestros.

Me pregunto atónito: "Dime, al mirarte, ¿quién te adora al alba los resplandores con rayos de sol de oro tus campos y tus playas cubre y dulcifica?" Entre naranjos y limoneros, bajo la vigilancia de tu mítico Montgó, crecen fecundos los frutos de la bondad, de la misericordia, de la solidaridad, de la fraternidad…, y que son las alfombras de tus caminos, de tus senderos, las madreselvas y los rosales de tu rica flora mediterránea.

¡Xàbia adorada, Xàbia querida, yo no te olvido jamás! A pesar, de que lejos de ti nací, me enamoré y me embriagué de tus bellezas, y me siento atraído, satisfecho y estimulado por mi mente y mi corazón para conmemorar y disfrutar mis encuentros contigo. Mis matutinos y vespertinos paseos, mis relajantes baños en las azules, limpias y cristalinas aguas de tu playa de la Grava. Mis agradables contemplaciones al observar desde tus majestuosos miradores las encendidas vistas que alimentan y vivifican mi corazón y recrean mi alma.

Me duermo pensando en la perla de tu mar mi hermosa Xàbia. Sueño con tu brillante cielo plagado de luminosas y parpadeantes estrellas que cubren mi noche de dulces sueños y alejan el dolor y la tristeza de mi ser, ya un tanto dolorido por la senilidad.

Siempre que parto para marcharme de tu lado parece que se me arranca un pedazo de mi corazón por la separación. La brisa que me inunda acude ardiente a consolarme antes de partir para decirte con desasosiego y resquemor: “¡Adiós, hasta la vuelta!”, y ruego que la ausencia sea breve.

¡Adiós Edén querido! Tu amabilidad, tu dulzura, halagan y alargan mi vida. En mi sentido adiós, ya crujen las turgentes velas, el ancla se alza, la barca estremecida las olas corta y silenciosa vuela hacia el azul y claro cielo.

Y hoy que la vejez mi frente inclina, con la mente y la mirada temblorosas, te añoro y me reclino en tus aromas, frutos y flores, mientras las hojas otoñales forman hileras, bajan de La Plana y del Montgó y los naranjales limitan con cintas rojas los últimos confines del horizonte. Y… cuando ufana la viña por la llanura de sus pámpanos verdes se extiende por las campiñas y en racimos enormes guarda segura la riquísima pansa, exclamo con ánimo celestial: “Salve, pródiga tierra de mi alegría. Xàbia de mis amores, bendita seas. Recuerdo eterno de haberte vivido, palpado y disfrutado igual que recuerda la golondrina su amante nido”.

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