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‘El temps de la renda (4)’, por Juan Bta. Codina Bas

24 de octubre de 2020 - 07:55

Fuera de la renda, el labrador solía trasladarse solo con el animal a cualquier parcela que fuera lejana o incluso cercana ya que el animal llevaba los útiles de trabajo de ese día acondicionados de forma cómoda sobre él. A la salida de la población había unos abrevaderos donde el animal bebía para poder salir airoso a lo largo del día.

El otro elemento necesario es el carro que en algunas zonas llaman de varas ya que entre ellas se colocaba al animal para tirar del carro. Durante todo el año el carro solía ser innecesario salvo que el labrador tuviera que transportar la cosecha o alga o estiércol como hemos señalado, pero en la renda era más útil por cuanto era el periodo en que las cosechas se debían recoger y trasladar a la caseta para su acondicionamiento y poderla vender a un precio que pudiera cubrir gastos y obtener algunos beneficios.

Una cuestión básica era el mantenimiento del carro o puesta a punto. Debía estar bajo techo evitando que la lluvia o el sol lo perjudicaran. Cada dos o tres días se le debía poner grasa de cordero o industrial en el eje de las ruedas y cada año debían acudir a “repretar” las ruedas y pintarlas.

Cuando en la renda se preveía que se iban hacer traslados de la uva, para escaldar al día siguiente se aprovechaba que el carro tenía el suelo o base movible; se podía quitar y desde las esquinas por unas cadenas se sujetaba un tablero, era la sorra lo que permitía una mayor capacidad al carro para el acarreo pudiendo situarse en ella seis capazos de uva cuando se iba a cortar para la escaldà.

Encima de los capazos las tablas del carro y sobre esas tablas se podían colocar doce capazos, con lo cual en cada viaje del lugar donde se cortaba la uva hasta la casita llevaba dieciocho capazos. El capazo de 45 cm. de diámetro y otros 45 cm. de profundidad podía llevar muy bien 25 Kg. de uva. Si la cantidad de uva era mayor se podían realizar varios viajes al día dependiendo de la distancia del terreno a la casita.

La sorra era utilizada para hacer el viaje más descansado cuando se colocaba un travesaño en el que nos sentábamos y también era refugio para juegos siempre que el carro estuviera bien apalancado. La sorra solía ir forrada con unas esteras de esparto. Joan Josep Cardona Ivars al hablarnos de las partes del carro llama telera a la madera que forma el piso de la caja del carro y la sorra, también llamada solera es un añadido a la telera sostenida por cuerdas o cadenas cuya misión es aumentar la carga.

Las muchachas hacían llata y los muchachos o bien llata con el palmito o llata de cáñamo o esparto para capazos, pero eran dos tareas usuales. Y una tarea que estaba ligada a la llata era la de preparar las palmas que se extraían del margalló. Su preparación llevaba tiempo y un largo y cuidadoso proceso del que más tarde hablaremos.

En cambio el cáñamo o el esparto había que picarlo. Tareas que muchas veces se encomendaban a los menores o se hacían con el mal tiempo: “Quan Montgó du capell, pica espart i fes cordell”. Era usual que cuando había varias muchachas o muchachos en esta situación la rumorología hiciera acto de presencia y en otras ocasiones, a falta de una radio, se entonasen cantos romanceados al modo de los romances de ciego donde aparecían amores y desamores, celos y patrañas…. con una melodía cuasi medieval y repetitiva. ¿Podría hacerse una recopilación de los mismos solo con acudir a las personas mayores y hurgar en sus recuerdos?

En estos recuerdos de antaño, me traen a la memoria que en ocasiones el momento del día se calculaba por las sombras de algunas marcas. En el año 1940 se había cambiado la hora para hacerla coincidir con el huso horario de Alemania y cuando preguntábamos a mi abuela que estaba sentada en el riurau, ¿qué hora era? nos mandaba: “aparta la persiana de cañas” que daba sombra al riurau y una vez apartada nos decía la hora fijándose en la sombra del arco sobre el suelo, pero automáticamente le preguntábamos, pero ¿es hora vella u hora nova? ya que entre las dos horas había una hora de diferencia por el cambio del huso horario establecido. La verdad es que los abuelos aún no habían digerido ese cambio y ellos hablaban de la hora vella. Hoy, por ejemplo, muchos mayores hablamos de pesetas para entender lo del euro.

En otra ocasión vino el veterinario a “sanar” al cerdo. Lo hizo hacia las seis o siete de la mañana y cuando preguntábamos que iba a hacer nada más nos decían, es que está enfermo y con eso cerraban la cuestión que los menores no debían saber y era el acuerdo tácito entre los mayores de: ¡hay ropa tendida!.

Tras la lluvia los muchachos nos desperdigábamos por los márgenes del entorno para buscar caracoles y a los dos o tres días, después de purgados, había una caragolà de avellanencs mientras les xones o vaquetes se guardaban para la paella en una red con unas ramas de romero.

En este tiempo se secaban tomates e higos y hasta se hacían mermeladas para el resto del año. También los pimientos y los tomates verdes, se preparaban en salmuera y todas estas labores tenían su elaboración en la renda. Hasta en ocasiones la conversión de productos de la mar en salazón era una tarea en la que salían airosos para luego presentar unes anxovetes en oli o un troçet de bull o capellanets o melva que hacían las delicias de los comensales.

En este tiempo también se secaban las habas que en los fuegos de San Juan se comen asadas, pero el resto del año constituía un alimento fuerte en algunos platos como la fava pelà que luego se podía comer con una lámina de la cebolla haciendo de cuenco. También les guixes o almortas que eran la base de otro plato fuerte, si bien en los últimos tiempos a la harina de almortas le han encontrado elementos cancerígenos.

Viene a cuento la anécdota de lo que nos ocurrió un verano en el pueblo de Alcublas en la serranía de Valencia a donde fuimos unos días. Hablando con un señor mayor que estaba preparando la comida para los cerdos consistente en guixes, mi madre le preguntó: ¿Cómo es que les dan guixes a los cerdos cuando en Xàbia las comemos, aunque allí suelen no aguantan mucho tiempo y aparece el corcoll muchas veces y aquí las veo muy limpias? El hombre nos contestó: “cuando estaba preparando esta comida, me preguntaba que lo que aquí damos a los cerdos a lo mejor en otro lado lo comen. La verdad es que aquí les guixes se conservan bien porque hace frío. Luego para que viéramos la diferencia de la alimentación de unos territorios a otros, nos invitó a una paella con fardatxo, que por supuesto no fuimos a probarla al igual que en la albufera de Valencia se cocinan paellas con ratas de agua que los que han probado una y otra las encuentran exquisitas y sabrosas. Pero para gustos, los colores, que los latinos decían: "gustibus non disputandum".

(Continuará)

4 Comentarios
  1. Juan Bta. Codina Bas dice:

    Muchas gracias por estos comentarios que me animan a seguir. Recuerdo que la fava pelá debía hacerse vigilando mucho el fuego, a fuego lento.

  2. Pepe dice:

    En muchas casas se comía el «arros amb fava pela» y el «arros amb guixes» por la noche, cuando los hombres de la casa venían de trabajar en el campo. Yo lo recuerdo, no exactamente como un plato de arroz caldoso, más bien cuajado, y que casi se cortaba con la cuchara. Sigue siendo muy interesante todo lo que traes al recuerdo.

  3. Godofredo dice:

    Muy grata es la lectura de estos párrafos y más aún para quienes los hemos vivido; bien merecen su recopilación y ser publicados en un libro con profusión de fotos de la época. A mí siempre me ha gustado mucho el «arros amb fava pelá» que le pongo cebolla cruda por encima, rica comida de pobres; de vez en cuando lo encargo en El Mezquida donde lo hacen muy bueno. Y no olvidemos el budellet, de entre la gama de salazones citados. En las casas y «les casetes» se hacía llata y los gateros pasaban a recogerla, lo que significaba un suplemento económico familiar y a las jóvenes casaderas «per fer-se l’aixovar» . Eran tiempos austeros pero esperanzadores, en los que la creatividad, experiencia ancestral e inteligencia suplian con creces a la escasez.


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