Hace unas fechas, una amiga me preguntó si era escritor. Me quedé confuso para contestarle en concreto y con exactitud. En el año 2006 realicé el pregón de las fiestas de Moros i Cristians de Jávea y en el libro de las fiestas de este año (2023) aparece una relación de los pregoneros y pregoneras donde se me califica de escritor.
En el pregón fui casi un filósofo ya que hablé de la virtud definida por Aristóteles y Santo Tomás con el nombre de “eutrapelia” con el significado de la fiesta sana.
Los diccionarios nos definen al escritor como la “persona que escribe” (RAE 2001). “Persona que escribe libros o artículos, especialmente literarios” (Manuel Seco y otros). “Persona que escribe materialmente” (María Moliner). “Persona que escribe, autor de obras, autor de obras escritas o impresas” (Casares).
Yo voy a hacer una nueva definición ciñéndome a una realidad que compruebo personalmente. Yo he escrito libros, pero no por ello me considero escritor como profesión. Creo que el escritor profesional es quien recibe una remuneración por su trabajo escribiendo. Considero que escritor es quien su actividad le da para vivir.
Escritores serían de este modo los que de los beneficios de sus obras pueden vivir, los autores de libros de grandes tiradas y que se constituyen en bestsellers y por ello aparecen en las listas de los más vendidos por la gran aceptación del público. A veces compaginan la escritura de un libro con aportaciones literarias en los medios de difusión u otras tareas pero en estas ocasiones suelen recibir una remuneración. Escribo, Si. Pero no me puedo comparar con ellos.
Escribí en los años 1990-1991 dos novelas de carácter histórico y las presenté a sendos premios de novela histórica. Una constituyó el relato de un marinero que se fue con Cristóbal Colón, Tenía más de 600 páginas. La presenté a un premio convocado en Murcia. Asistí invitado a la cena de la entrega de premios y quedé finalista. Pero en las bases se daba un primer premio y un accésit. Mi novela histórica quedó en tercer lugar.
Le pregunté a un miembro del jurado que opinaba de la obra y me dijo: la sobran 100 páginas y se nota más al historiador que al novelista. La otra novela fue la recreación histórica del segundo rey de Roma, el sabino Numa Pompilio que es el único de los siete primeros reyes de Roma que murió en la cama y fue el que creó el calendario que aún utilizamos hoy además de poner los fundamentos legislativos para que la ciudad de Roma tuviera un cuerpo normativo que regulara la vida de la ciudad. No fue premiada en el certamen de Huesca al que la presenté. En ambas existían momentos de suave erotismo que cuando los escribía y los releía me hacían sonreír.
Pero mi problema ante la novela es que no existía el conflicto como elemento que trascendiera para enganchar
el lector como me había aconsejado el amigo Jesús Moncho, quien me dijo que si no había conflicto en el relato el lector se desinteresaba pronto de la misma.
Cuando le pregunté a un amigo en circunstancias parecidas, como podría definirse, me indicó tras pensarlo un poco, que el concepto de divulgador le venía bien. Yo me conceptúo más como investigador – historiador, pues mis visitas a archivos y bibliotecas así lo justifican, y así lo señalan los carnets que me entregan para poder acceder a las
mismas. Por otro lado las tiradas de mis libros son cortas y suelen ser distribuidos entre los amigos si bien entrego algunos ejemplares a bibliotecas donde pueden encontrar lectores interesados en ellos.
Me considero más investigador en un concepto amplio. En mis estudios académicos tuve una asignatura “Como investigar en educación” donde se adquirían estrategias para la investigación que no solo se centran en los documentos históricos sino también en la observación de conductas y sociedades con métodos adecuados. No siempre que se comienza una investigación se cubren las expectativas que se esperaban y entonces hay que repensar el proceso y cambiarlo o incluso dejarlo. Pero esto son los gajes del oficio.
No hay pérdida de tiempo, sino una experiencia que sirve para avanzar. El plagio no entra en el concepto de la investigación y hoy hay elementos para descubrirlo e incluso hay empresas que hacen trabajos a demanda.
Al terminar una carrera hay que hacer un trabajo que muestre si tienes los conocimientos que se han impartido en los estudios. Un profesor al finalizar la carrera de Pedagogía nos dijo: No penséis que ahora ya soy pedagogos y podéis enfrentaros a cualquier problema de educación; lo que si podéis es comprender un libro de pedagogía; luego la experiencia os dará las armas necesarias para resolver los problemas o plantear soluciones.
A veces se puede colaborar en una investigación o ayudar en su proceso. Los becarios universitarios inician sus primeros pasos junto el Catedrático, quien les va dando pautas y marcando el camino. En este camino hay ocasiones en que este trabajo no se remunera, pero es el camino para aprender. En los despachos de abogacía existe la figura del “pasante” cuyo trabajo se limita a veces transcribir documentos.
A pesar de todo esto, sigo escribiendo para mantenerme activo y la mente ocupada ya que ello me hace organizar las ideas y también poder proporcionar la información que descubro y devolver a la humanidad y a la sociedad al difundir lo que encuentro, como pago por lo que de ella he recibido.
Juan Bta. Codina Bas
Su amiga, entonces, sabe ya si es usted escritor o no?