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‘Una curiosa historia sucedida en Xàbia’, por Godofredo Cruañes Aracil

31 de agosto de 2020 - 10:40

Curioseando en mis archivos familiares me encuentro una carta de Joaquín Cruañes Cholbi con fecha 23 de junio de 1986 en la que, conocedor de mi afición a guardar documentos e historias, me adjunta “dos viñetas. Una, como verás me la contaron, creo que fue el abuelo Godo; la otra…etc.”

Esto debió suceder muy a principios del S.XX o, más probablemente, finales del XIX. Y sin más preámbulo paso a transcribir la curiosa y divertida historia:

Me lo contaron mis mayores; no es invento mío. Por la calle Mayor de Jávea, o por sus inmediaciones, vivía un señor tan sumamente gordo que llamaba la atención, a tal extremo era su gordura que no salía a la calle, únicamente se asomaba o sentaba a la puerta, en épocas de calor, a tomar el fresco. Era una excelente persona, que gozaba del afecto de propios y extraños, pero tuvo la desgracia de acumular tanta carne que le obligaba a una vida contraria a su conveniencia, y a menos ejercicio más peligro de engorde.

Por donde, se puso enfermo y de gravedad, tanto fue que se le administraron los últimos sacramentos y ya quedaron esperando de un momento a otro el fin de la vida de dicho señor. Y se pensó: sería muy conveniente llamar al que confecciona las cajas mortuorias, por si no tuviera alguna del tamaño apropiado para este señor. Y así fue. Cuando vino y vio al enfermo su contestación fue que había que confeccionar una de tamaño a propósito para aquel enfermo, ya que no era cosa muy frecuente cuerpos de esa gordura.

Así se le encomendó y se fabricó una caja exprofeso para este enfermo y quedaron a la espera de, llegado el momento, utilizarla. Pero no había llegado su hora y salvó la gravedad y comenzó su recuperación y la familia se encontró con la caja mortuoria confeccionada y sin saber dónde la escondían o cómo decían al enfermo lo ocurrido.

Pero no quedaba otro remedio, ya que se recuperó del todo, comenzó su vida normal y resultaría muy desagradable que diera con el escondite de la caja con el consiguiente disgusto e impresión. Y los familiares acordaron decirle la verdad y así se hizo; pero cuando todos esperaban una reacción de impresión por el trance ocurrió todo lo contrario. Pidió ver la caja mortuoria y seguidamente llamó a un carpintero a quien ordenó que de la madera de dicha caja se le hiciese una mesita para comer cómodamente en ella, quedando los familiares pasmados de la reacción.

Efectivamente, en dicha mesita, mientras vivió, se sirvió de ella, tanto para las comidas como para otros menesteres, sin que su presencia le inmutara lo más mínimo y a cuantos amigos y conocidos le visitaban enseñaba la mesita y les contaba la historia que había llevado a su confección y utilización. Y así lo hizo hasta su muerte.

¿La familia la conservó ya fallecido el propietario? Pues de eso no me dijeron nada, suponiendo ya habría olvidado la historia y se utilizaría sin dificultad alguna.

4 Comentarios
  1. Demetrio dice:

    Una historia muy curiosa y nada macabra

    Me pregunto si ya tendrás ordenados y clasificados
    Los libros de tu familia en Javea .
    Un abrazo
    DEMETRIO

  2. Rakel Molto Cerdan dice:

    Me encantan estas historias.. Entrañables sin duda… Saludos

  3. Manuel dice:

    Bonita historia
    Gracias por compartirla
    Saludo


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