Todos nos hemos enamorado alguna vez, o más de una, ¿verdad que sí? Pero, no necesariamente de un ser humano, sino también de un animal, de la montaña, de la mar, de las flores… y, cómo no, de las variadas e inmensas maravillas que nos muestra la Naturaleza.
Al amor se le ha presentado y descrito, se describe y de describirá de diferentes formas. Incluso, según la edad, el estado de ánimo, el momento…: por poetas, escritores, pintores, filósofos, sabios, ignorantes… desde las perspectivas más verosímiles y diversas. Y se manifiesta con rostros peculiares muy distintos.
Podemos decir que, cuando es amargo es un duro azote que trastorna. Sin embargo, si es correspondido, afectivo y agradable nos produce felicidad, dulzura y satisfacción ilimitada.
Nuestra mente y nuestro corazón, no siempre coinciden en lo que sentimos o amamos y, en no pocas ocasiones chocan y disienten en el cómo o en el por qué estamos enamorados, y nos estimulan esas mariposillas invisibles dentro de nuestro ser. No siempre nos ofrece el resultado de la ilusión que habíamos proyectado o creído, y nos crea la desesperación, la incomprensión o la decepción que, sin duda duele.
Yo, aparte de mis escarceos amorosos de la adolescencia y juventud que suelen ser fugaces y fogosos en su mayoría, he amado, amo y amaré: a mi amada esposa Gabriela, a mis hijos, padres, hermanos, familiares queridos, amigos. A mi
querida Xàbia con las inmensas maravillas y cualidades que encierra. A la grandiosa Naturaleza. ¡Ah!, y por encima de todo, amo a Dios.
Bueno este amor pretendo practicarlo sin fisuras para que se conjugue y compenetre con el corazón y con la mente. Es innegable que satisface mucho más dar que recibir. ¿No lo han experimentado? Inténtenlo.
Hay miles consejos, opiniones y refranes sobre el amor. Relataré algunos de los más populares: “El amor entra por los ojos”. “A mucho amor, mucho perdón”. "Ama y te amarán, odia y te odiarán”. “Del amor al odio hay un paso”. “Amor con amor se paga”. “De enamorado a loco va muy poco”.
Con este último me quedo para amar a mi querida Xàbia. Porque todo lo que he escrito, escribo y escribiré sobre esta ilustre Villa, vive en mi con un sentimiento que satisface mi corazón, que me llama, me congratula y me hace inmensamente feliz. Y mi mente no cesa de maquinar, cómo y cuáles son las fórmulas que puedo encontrar para agradarla y alabarla. Tal vez se confirma ese último refrán: “De enamorado a loco va muy poco”. ¿No les recuerda esto a ese enamorado o enamorada que un día sentimos por una persona y que nuestro corazón y nuestra mente solo piensan en cómo le pueden complacer para hacerla feliz?
No me importa si me tratan de loco, porque ya la senilidad me distorsiona las ideas, y las frases y las palabras se me amontan y me confunden. Por eso, me ilumino y amparo en los escritores que reflejaron sus textos o sus poesías con testimonios firmes e ilusionantes sobre el amor. Así, hoy, para ratificar mi infinito amor a Xàbia, me refugio en D. Ramón de Campoamor, cuando en dos de sus estrofas en la Carta del Tren Expreso, escribía en la primera:
Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros,
cuenta os dará de la memoria mía.
Aquel fantasma soy que, por gustaros,
jugó estar viva a vuestro lado un día.
Y en la última:
¡Adiós, adiós! ¡Como hablo delirando,
no sé decir lo que deciros quiero!
¡Yo sólo sé de mí que estoy llorando,
que sufro, que os amaba... y que me muero!
Juan Legaz Palomares
