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«Que la muerte me sorprenda en Jávea», por Juan Legaz Palomares

11 de abril de 2021 - 00:49

Por motivos de lealtad amorosa, que me importan y mucho, sigo pensando y he estado considerando si quiero que me entierren en mi querida Xàbia. Quiero ser enterrado en esta tierra española. Morir y fundirme en ella. A la altura del mítico Montgó. Me enorgullezco de poderle llamar mi amigo, mi vigía, mi protector y mi mejor soporte para contemplar todas las maravillas de Xàbia, y porque sin él mi vida valdría mucho menos.

Siento apego a esta bendita tierra. Agradecería que me dejaran en un sitio concreto donde el aroma de las flores me envolviese. No es que quiera que me admiren, es justo lo contrario, lo que tengo claro, que cuando me muera reposar en un lugar tranquilo. Estoy tan orgulloso de mi querida Xàbia que ella es como una madre para mí. Y qué puede esperar un hijo de una madre, pues no dejarlo solo ni un momento. En el preciso instante en que se pare mi cuerpo, haced con él lo queráis, aunque a mí me gustaría que le dieran un destino algo alegre y divertido. Igual le estoy pidiendo algo demasiado difícil. Si es así, Xàbia, perdóname, y no me hagas caso.

Si no me podéis enterrar donde os pido, que es lo que prefiero, que no le den a nadie mis cenizas. Pero si alguna vez me sentí tratado como un hombre pleno, pletórico, fue cuando conocí a mi querida Xàbia. Me gustaría que también esto alguien lo viera en mis tendones y en mis huesos justo antes de que falleciera. “La teua olor completa penetrant-me. ¿No hi llegiran ton nom amb un bell pànic?”.

No sé si será fácil o difícil, pero por desearlo tampoco cometo ningún delito. Escribo, por y para Jávea (durante algunos años), aunque más bien, temprano que tarde me llegará la hora fatídica. Entonces, para compensar mis ilusiones, no voy a pedirte nada más que me dejes entrar en el corazón de tus maravillas para escribir y editar yo mismo mis textos. Esto ha sido la parte más bonita y feliz de mi vida. Pero si alguna vez me sentí tratado como un hombre pleno, pletórico, con todas mis mejores facultades, fue cuando me miraste, me hablaste y me tomaste y me aceptaste con un abrazo de amor, luz y vida. Me sentía el más alto y el más rico y el más fuerte de los ídolos que cada generación lanza a la lista de grandes éxitos. Me gustaría que también esto sus gentes lo vieran en mis huesos y en mis tendones justo antes de que ardieran.

Y esto vale para todos los que me quieran, y les explico que cuando yo me muera no sea nada duro para ellos, y que apenas pase como la dulce brisa que me acaricia de la Bahía más hermosa de la tierra. Justo cuando el cuerpo se desvanezca yo saldré de él muy tranquilamente, para instalarme en su Bahía y en su fuerza y sobre el promontorio que se adentra en el mar del Cabo de San Antonio, para proteger a mi querida Xàbia. Y los ángeles van a ayudarme en esta última tarea, en el último suspiro hasta que fenezca.

Hace tiempo que escribo, que había empezado a llevarme muy bien con mi querida Xàbia hasta que halle la muerte, y que salimos a pasear de vez en cuando. Desde entonces sabemos qué decirnos, Xàbia, mi muerte y yo, y hemos hablado tanto que ahora después de tantos años que convivimos y que paseamos juntos, todo me resulta ligero, placentero y la verdad es que muy fácil.

Fácil, fácil. Porque viví fácil a su lado. Una mueca, dicen, al final, pero muy fácil. Preferiría que no estuvierais tristes por mi ausencia. Yo saldré enseguida que se acabe. No tenéis que llorar demasiado, porque entonces no vais a notar cómo en aquel mismo instante, ya liberado de mi cuerpo, mi querida Xàbia, os beso y os abrazo. Y agradeceré al Padre Eterno “Que la muerte me sorprenda en Jávea”.

Juan Legaz Palomares.

1 Comentario
  1. Marco Ortiz dice:

    Lo mismo digo.


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