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‘¡Madre, madre del alma’, por Juan Legaz Palomares

01 de mayo de 2022 - 06:05

No quiero relatar el amor y admiración que se siente por la Madre, desde el punto de vista comercial con el que se ha convertido en la época moderna, sino desde el verdadero y profundo sentimiento del corazón.

Según la RAE, el “cordón umbilical” es un cordón que une un embrión en vías de desarrollo o feto a su placenta. Contiene arterias principales y venas (las arterias umbilicales y vena umbilical) para el intercambio de sustancias nutritivas y sangre rica en oxígeno, entre el embrión y la placenta. Cuando el feto nace, el cordón umbilical se corta y se deja solo una pequeña cicatriz (el ombligo).

Recordad, por ventura, los años de vuestra infancia. Recordad aquellas tranquilas horas en que, libre el alma de pesares y el corazón de inquietudes, dejabais reposar vuestra cabeza en el pecho de vuestra madre. Recordad la ternura con que aquella mujer os acariciaba, estrechaba vuestras manos infantiles e imprimía, sin ruborizarse, sus labios en vuestra frente candorosa. Recordad cuántas veces enjugaba, solícita, vuestro llanto y os adormecía dulcemente al eco blando de una balada o canto de amor, ¿lo recordáis?

Los que tienen la dicha de ver todavía esa mujer sobre la Tierra, la invocan con cariño a todas horas. Su nombre está escrito en el corazón; es el nombre más tierno de cuantos encierra el diccionario. El nombre solo de Madre, nos representa aquella mujer en cuyo seno el dulcísimo néctar de la vida (leche materna), en cuyo regazo dejábamos
reposar nuestra cabeza. Aquella mujer que nos acariciaba, que oprimía entre las suyas nuestras manos, que besaba nuestra frente, que enjugaba nuestro llanto, que nos mecía, por fin, en sus brazos al eco suave de sus canciones.

¡Dichosos mil veces los que todavía pueden contemplarla con los ojos de la realidad!

Los que hemos perdido a nuestra Madre, también podemos verla si tenemos corazón y sentimientos. Podemos verla en el sueño dorado de nuestra felicidad. En el sueño eterno de la gloria celestial. Si el astro de la noche (luna, envía sobre la tierra su pálido resplandor, figuraos que el resplandor pálido del astro de la noche es la mirada tranquila y cariñosa que vuestra Madre os dirige desde el cielo).

Si veis en la región del firmamento una blanca nubecilla que flota tal tenue y sutil gasa sostenida en sus extremos por los ángeles, es el alma de vuestra Madre, que, al miraros, sonríe de cariño desde el cielo. Si a la caída de una tarde melancólica sentís en el valle un eco vago que se pierde a lo lejos, que no es el canto de las aves ni el murmullo de las fuentes, arrodillaos: es el aleteo de la oración que por vosotros eleva vuestra Madre.

Si en la noche apacible del estío acaricia vuestra frente una brisa suave y candorosa, que no es la brisa del mar ni de los campos ni el hálito apacible del viento embalsamado de las flores, estremeceos de placer: es el beso de pureza y de ternura que os envía desde el cielo vuestra Madre.

Aunque la muerte la arrebate, la Madre no deja de existir para vosotros, los que tenéis corazón. Y para aquellos que ya no la pueden abrazar y besar físicamente, por si les sirve de consuelo:

Si estuvieras a mi lado
me desaparecería la melancolía
ante cualquier altercado
tu amor me consolaría.
Madre, madre, madre,
sonríes en vez de llorar
vives, para que tu amor agrade,
la Virgen te hará gozar
el cielo las puertas te abre
tú, no te cansas de amar.

Desde el corazón: ¡FELIZ DÍA A TODAS LAS MADRES!

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