OPINIÓN | José Font Caballero
El primer Montañar de Jávea sigue estando entre las asignaturas pendientes de todos los gobiernos, porque, siendo el paseo más natural que tenemos, cada intervención pública o privada –en las pocas zonas disponibles– resulta nefasta. No quiero entrar todavía a valorar los ‘fuertes de Playmobil’ que se están instalando por doquier; esperemos a que terminen para realizar la crítica constructiva pertinente.
Por ello, nos queda la nostalgia de un lugar xabiero muy querido y disfrutado. Muchos paisanos me cuentan que, en los nidos de ametralladoras –o lo que llamaban los famosos iglús de tosca– se solía merendar de manera improvisada con amigos y familia, cobijándose así de los vientos pascueros tan traicioneros, propios de la primavera.
Con el paso de los años, los búnkeres dejaron de ser recordatorios perpetuos de la guerra cruel y terrible para transformarse en rincones de esparcimiento. Lo que un día fue una muralla contra el miedo terminó siendo un refugio para la alegría efímera de las meriendas al sol. Entre la brisa salada y las olas que susurraban ecos de otro tiempo, el litoral de Jávea guardaba los vestigios de una guerra que marcó a nuestros abuelos.
Los nidos de ametralladoras del Montañar, otrora centinelas de arenisca y cemento, nacieron con la solemne misión de vigilar la costa y repeler cualquier amenaza, ya fuera por aire o por mar. Se ordenó su construcción en plena guerra civil a instancias de dos organismos del Ministerio de Defensa Nacional de la República, encargados de velar por el litoral del país: Defensa de Costas, con su jefatura en Valencia y la Subsecretaría de Aviación con su jefatura de obras en la misma ciudad levantina.
Durante la posguerra y las décadas siguientes, dejaron atrás su vocación bélica para convertirse en improvisadas fortalezas de juegos infantiles y en el lugar perfecto para un picnic. En 1990, desde el consistorio, se decidió acabar con estos testimonios arquitectónicos de la contienda de manera sumamente errónea. Hoy, apenas queda la base de uno, como una cicatriz en el paisaje que nos recuerda que el tiempo todo lo transforma. El Montañar ha ido perdiendo villas, casitas, porches bellos y nayas envidiables; además, los campos de vid son ya historia. Sólo nos quedan los recuerdos, las vivencias de nuestros mayores y las fotografías de una Jávea fuera del peligro de convertirse en un parque temático.
Posiblemente esto se pueda utilizar como rearmanento defensivo del litoral. Ahí dejó la idea ! Auténticamente penoso. Sr. Font, la descripción de “fuertes de play móvil” muy acertada. En Almería rodarían algún western
Lo de los pórticos esos que han instalado no tiene nombre…parece que la consigna es cuánto peor mejor…¡Ánimo, que ya queda menos por destrozar!
Lo más triste es ver lo queda de un chalet en ruinas en pleno Montañar . Supongo que nido en este caso de ratas y otras alimañas . Es una vergüenza que persista esa ruina en el Montañar tan querido por todos . No se ni me importa de quien la responsabilidad de esta situación , tan solo pido que después de casi diez años creo que va siendo hora de solucionarlo .
Gracias