Cariacontecido y melancólico me encontraba ayer y, necesitaba un revulsivo refrescante, matutino, que rompiera mi tristeza y, de repente, decidí darme un garbeo por las calles de mi querida Xàbia. Porque, la verdad, que motivos no faltan para estar mustio, sobre todo en la senectud. Ante la extensa contaminación ambiental en el amplio panorama que nos asfixia y nos impide respirar con normalidad, rebuscamos con desesperación encontrar un rincón que nos alivie del agobio irrespirable que tenemos que soportar cada día.
Con la mirada desenfocada para que no se nos nuble la vista con toda la humareda que corrompe, infecta y altera nocivamente la pureza de la vida ansiamos hallar naturaleza sana y alegre. Toda la ponzoña con la que nos invade la polución social a todos los niveles, ya sea por agentes químicos, físicos, educativos, sociales, culturales…etc., necesitamos algún revulsivo que palie nuestros pesares. Como esta imparable contaminación es producida -en su mayor parte-, por la condición humana, en cierta manera permitida por la falta de respeto a la Naturaleza, desde la niñez, adolescencia, juventud…, debemos fomentar la conservación de las preciosidades que esta nos regala.
Esparcimos alegremente todo tipo de sustancias degradantes y emitimos basuras diariamente a la tierra, a la atmósfera, a los mares, a los ríos y, en general en todas las ciudades y pueblos que son enormemente dañinos para la salubridad del medio ambiente y que, repercuten negativamente contra nosotros mismos y afectan a la salud de nuestro cuerpo que, cada vez, respira e ingiere sustancias más tóxicas y por este motivo se deteriora paulatinamente, precisando ser tratado por productos farmacéuticos de laboratorio que ayuden a contrarrestar tanta polución enfermiza que nos limita nuestras cualidades físicas, psíquicas y nos entristece.
Pues bien, ante este vendaval contaminante, nos congratulamos y felicitamos cuando hallamos un lugar o un rincón que nos eleva la moral y que nos reconforta activando la dopamina que nos produce un cosquilleo placentero y emotivo. Hasta el punto, que mitiga, que enjuga y aplaca tristezas sobrevenidas e innecesarias.
Un paseo matutino por algunas calles y plazas de mi querida Xàbia fue el que me despertó las pocas neuronas lúcidas que me quedan, para deleitarme con las flores que adornan dichas calles y plazas. Motivaron mi corazón y mi cerebro y, aquí me tienen, relatando -a mi manera-la emoción que ocasiona callejear y observar la alegría que manifiesta el variado colorido de sus flores y macetas exuberantes y floridas en las puertas de las casas que hermosean el recorrido por sus empinadas y estrechas calles del pueblo, y que rompen la tristeza para convertirla en un festival emocional que inspira y conmueve el espíritu y, al mismo tiempo, se respira tranquilidad, paz y, un aroma embriagador que estimula.
Decía Cicerón: “Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas, porque ninguna simulación puede durar largo tiempo”. En Xàbia sus flores callejeras son auténtica, de la mejor calidad y persisten con el transcurso del tiempo y siguen aumentando y mejorando su calidad. Se agradece un paseo matutino por estas históricas y emblemáticas calles para refrescar la mente, olvidar las penas y animarse a repetir la caminata, de vez en cuando. Y volviendo a Cicerón, expresaba: “Dum spiro spero” (mientras respiro, espero). Sí, espero refrescarme con esa excelente fragancia.
Desde estas sencillas letras, animo a todos los habitantes del pueblo de Xàbia a que sigan adornando con muchas flores sus empinadas y estrechas calles para deleitar a los visitantes con esos perfumes que fluyen de esas ellas flores que resucitan el alma, y engrandecen la belleza de este noble pueblo alicantino. Xabieros, seguid adornando vuestras calles para romper la tristeza y para que las flores sean cómplices de la alegría.
Juan Legaz Palomares