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‘Jávea, te he vuelto a ver’, de Juan Legaz Palomares

20 de junio de 2020 - 00:12

Mi Jávea querida, he vuelto a verte. Siguen vivos en mi mente tus ancestros, tu historia, tus viejas costumbres, que cuidas celosamente con esmero contra las adversidades. Me has ayudado a vivir, a sonreír. Y tus recuerdos me hacen recrearme en dulces sueños. Eres mi sosiego, mi remanso, mi paz. Siempre que respiro y huelo la cercanía de tus tierras, lo primero que diviso es tu milenario Montgó, vigía permanente de todas tus espectaculares y bellas maravillas que invitan a admirar a un pueblo que ensambla el pasado con el futuro, con fe y esperanza y que se otea desde esa pétrea cúspide…

Tus Cabos San Antonio y La Nao, que son orientación y guía para la navegación por el Mediterráneo. Son dos balcones que, desde esos promontorios, con sus faros iluminan permanentemente el ancho mar. Tus rocas son la carne viva de un asentado amor que permiten poder embriagarme de todas tus riquezas y de tu añojo y sabroso olor agrícola marinero.

Cuarenta y seis años, desde que te conocí, en mi corazón en mi pensamiento, son imposibles de borrar. Soy prisionero de tus añoranzas porque al final, no sé si desvarío. Te amo demasiado o me enloquece tu belleza. La nostalgia habita en mi alma y me recuerda que, mi cuerpo se crece, levita y se siente sublime cuando goza de tu presencia. Impera la paz en mí.

Cuando me despierto de madrugada me dirijo a sentarme en la misma roca de siempre en la playa de la Grava, con la mirada perdida, a esperar que rompa el sol por la punta del Cabo de San Antonio. La brisa dulce del mar acaricia mi
rostro y mi corazón late pletórico de recuerdos. Se ensancha con la blanca luz del amanecer frente a tu Bahía y rebosa de alegría. Se resiste a alejarse del placer que invade todo mi ser. No quiere que la melancolía se apodere de mí. El amanecer limpio y luminoso me anima para que la agonía no sea el fruto que alimente la ausencia que me aflige cuando me alejo de ti, mi querida Xàbia.

¿Y por qué no me acoges y me adoptas para que viva por siempre y para siempre junto a Ti? Yo quiero quedarme contigo. ¡Qué iluso!, me susurra el subconsciente. Xàbia sabe que la amas, que está presente en tu corazón, que te
tiene embelesado como la enamorada a su fiel enamorado, y que vive dentro de ti, pero que tampoco es necesario que habites permanentemente en ella.

La presencia física, ya sabe que es un revulsivo curativo y placentero para ti. Quizá para tu obsesión o egoísmo personal. Pero Xàbia te dice: “Tranquilo, no te martirices, conozco tus buenas intenciones y te espero siempre y estoy dispuesta a abrazarte y a quererte. Me complace y regocija que me ames. Estoy contigo, te espero con los brazos abiertos y no te abandonaré nunca”.

Gracias, mi querida Xàbia. Ya sé que puedo morirme en paz y tranquilo, porque desde el cielo te podré contemplar con la luz divina de la blanca y limpia espiritualidad, te veré más bella todavía y seguirás siendo mi amor inolvidable y perpetuo.

Juan Legaz Palomares

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