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«Homenaje a enfermos y enfermeros en estos tiempos de coronavirus» de Juan Legaz Palomares

14 de mayo de 2020 - 11:39

Artículo de opinión y ánimo de Juan Legaz Palomares

“Un beso de ánimo a los enfermos del coronavirus”. Me sumí en un sueño profundo sin conocer cómo sería mi despertar. Perdí la noción del tiempo sin que fuera capaz de encontrar alivio a la desastrosa situación que padecen muchos seres humanos en nuestro planeta (ahora en especial los enfermos del coronavirus). En mi sueño, comenzó a aparecer la imagen de un niño que buscaba afanosamente un cariñoso y dulce beso que le había estampado en su mejilla su querida mamá. Recorría desesperado calles, plazas de pueblos y ciudades de todo el mundo, tratando de encontrar su besito perdido.

El niño, desorientado, comenzó a deambular por todos los pueblos de la Tierra, intentando hallar el besito de amor que se le había perdido. Persistía con entusiasmo en la búsqueda de ese gran tesoro que había volado y que desconocía el lugar donde podría haberse ubicado.

La luz de una estrella brillante le iluminó y le fue sirviendo de guía por los rincones más recónditos, extraños, desconocidos, ignorados, olvidados y hasta despreciados. Tropezó en un primer momento con un mendigo desarrapado y famélico. A continuación, tras seguir caminando y guiado por la mágica luz de la estrella aparecieron: marginados, desahuciados, los sin techo, hambrientos, los que dormían en la calle amparados entre cartones o por una manta raída, los descarriados por las drogas o el alcohol, las víctimas de la violencia. Niños huérfanos, descalzos, famélicos, sin familia, sin atención sanitaria y sin colegio, mujeres maltratadas y un sin fin de desgracias de todo tipo y pelaje.

La gente pasaba rápida, absorbida por las preocupaciones mundanas, por egoísmo o por el jolgorio festivo, sin reparar ni por un instante en pensar aliviar a alguna de aquellas personas que sufrían ese drama, esa angustia que
posiblemente hubiera remediado su desgracia con un amable saludo, o con tan solo percibir una pequeña atención, una sonrisa o una palabra agradable.

Ante este espectáculo dantesco, se abrió una pequeña puerta de esperanza. He aquí la sorpresa de este humilde y dulce niño. Su voluntad y su insistencia fueron premiadas. La felicidad iluminó su corazón y su rostro brillaba más que el mismo sol, porque apareció un espectacular resplandor en el firmamento que mostró una enorme imagen en la que se manifestaba que su besito perdido estaba vivo en el corazón de todos aquellos marginados que había hallado en su largo recorrido en el que había visitado y consolado. En aquellos que eran despreciados por sus propios
hermanos y también a los contagiados por el coronavirus.

Me desperté. Este anhelado besito perdido el niño lo encontró en todas esas personas que, por una u otra circunstancia, vivían abandonadas y olvidadas por una buena parte del resto de la humanidad. Su gozo es inenarrable. Si no lo han adivinado el niño que buscaba el besito perdido era el Niño Jesús, y el beso de Amor era de su Madre, la Virgen María.

Profesionales sanitarios

Como profesional que he sido de la Enfermería no me resisto a hacer un breve comentario sobre esta digna profesión. Hace unos días se celebró el Día Internacional de la Enfermería, y con él quiero rendir un merecido homenaje a estos profesionales sanitarios que, con su abnegada entrega, han demostrado y demuestran una vocación de amor y servicio a los demás digna de todo elogio.

Su acción silenciosa y valiente es tan buena que sobrepasa los límites de cualquier obra humana y, me atrevería a incluirla dentro de la heroicidad. Está fuera de todas las ideologías y de todas las religiones. Por lo que, sería aplicable a aquella frase que le dijo la Madre Teresa de Calcuta a una joven novicia cuando presenciaba la escena de la asistencia a un llagado, maloliente, dolorido, moribundo y famélico enfermo: “Ámalo hasta que te duela, y si te duele es buena señal”. Y estos profesionales también tienen perfectamente asimilado aquello que dijo Aristóteles para intentar ver felices a los demás: “La verdadera felicidad consiste en hacer el bien”.

Como la pionera de la Enfermería fue Florence Nightingale, considero obligado hacer un breve resumen de su trayectoria profesional: Florence Nightingale, (Florencia Gran Ducado de Toscana, 12 mayo de 1820. Londres 13 agosto 1910), fue una Enfermera, escritora y estadística británica, considerada precursora de la Enfermería profesional moderna y creadora del primer modelo conceptual de enfermería. Desde muy joven se destacó
en matemáticas, y culminó sus estudios y aplicó sus conocimientos de estadística a la epidemiología y a la estadística sanitaria. Fue la primera mujer admitida en la Royal Statistical Society británica, y miembro honorario de la Americam Statistical Association.

Sentó las bases de la profesionalización de la enfermería con el establecimiento, en 1860, de su escuela de enfermería en el Hospital Saint Thomas de Londres, actualmente parte integrante del King’s College de Londres y del NHS Fue la primera escuela laica de enfermería en el mundo.

Su trabajo fue la fuente de inspiración de Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja y autor de las propuestas humanitarias adoptadas por la Convención de Ginebra. ​

De fe anglicana, creía que Dios la había inspirado para ser Enfermera. Alcanzó fama mundial por sus trabajos precursores de enfermería en la asistencia a los heridos durante la guerra de Crimea. A partir de ese momento fue conocida como “la dama de la lámpara”, por su costumbre de realizar rondas nocturnas con una lámpara para atender a sus pacientes.

En 1883, la Reina Victoria le otorgó la Real Cruz Roja, y en 1907 se convirtió en la primera mujer en recibir la Orden de Mérito del Reino Unido​ En 1908, le fueron otorgadas las Llaves de la Ciudad de Londres. ​

El juramento Nightingale efectuado por los enfermeros/as al graduarse, fue creado en su honor en 1893. El Día Internacional de la Enfermería se celebra en la fecha de su cumpleaños (12 mayo).

Quizá estos magníficos profesionales se han empapado hasta la médula de su amor y vocación hacia el prójimo. A costa incluso de abandonar durante semanas a su propia familia para evitarles el contagio del invisible y traidor Covid-19.

Pero también han aprendido e interiorizado para hacer felices a los demás, aquello que dijo Sófocles: “La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo”. Ellos lo han demostrado y lo demuestran con la práctica y no con la
prédica.

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