OPINIÓN | José Font Caballero
A las puertas de una nueva conmemoración del Día de la Hispanidad, vale la pena detenernos un momento y reflexionar sobre la posible relación -directa o simbólica- de algunos xabieros con uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de España y del mundo: el descubrimiento y la conquista de América.
La tradición oral de nuestro pueblo ha vinculado desde siempre el pequeño islote de Ambolo, también conocido como La Isla del Descubridor, con la gesta colombina de 1492. Según cuenta la leyenda local, en una de las tres carabelas que zarparon hacia lo desconocido, viajaba un xabiero. Este islote, cuyo nombre anterior era Gonzalvo, fue así bautizado -según recoge el arqueólogo Francisco Figueras Pacheco en el Archivo Español de Arqueología en 1945- en honor a un hijo de la villa que habría acompañado a Colón en su primer viaje. El término «descubridor» -descobridor, en valenciano- designaba al explorador -fer la descoberta- que abría camino para que posteriormente avanzaran tropas, destacamentos o patrullas.
Más allá de la leyenda, sí existen datos documentados en el Archivo General de Indias sobre la participación de jóvenes oriundos de Jávea en los primeros años de la colonización. En 1513, Juan Cortés, hijo de Pedro Cortés y Bárbara Roberta, pasa por la Casa de la Contratación de Indias fundada en Sevilla en 1503, para formar parte del pasaje que irá al Nuevo Mundo en busca de fortuna. En 1535 Esteban Cardona, hijo de Bartolomé Cardona y de Catalina Ferrer parte también a las nuevas tierras americanas, concretamente al Río de la Plata. Los libros de asientos de pasajeros registraban los nombres de los que pasaban a las Indias una vez que ya habían obtenido la licencia correspondiente de la Casa de la Contratación, lo que se verificaba en el momento de embarcar, y ase hacía constar en el asiento el nombre de la nao y el del maestre que la mandaba.
¿Estuvo entonces un xabiero en la gesta de 1492? Es difícil afirmarlo con certeza. Los registros de la época están repletos de nombres mal transcritos o modificados. Muchos marineros se embarcaban bajo nombres falsos, huyendo de deudas, del pasado o de la justicia. Aun así, la leyenda permanece viva en la memoria colectiva de nuestro pueblo, alimentando la identidad y el imaginario de este rincón del Mediterráneo en el que Roque Chabás, Figueras Pacheco y Ramón Llidó siguen defendiendo desde sus libros, que Gonzalvo llegó a América con Cristóbal Colón y que la Isla de Ambolo es su homenaje hasta el final de los tiempos.









