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‘Canto épico a los abuelos y abuelas, a los yayos y a las yayas’, por Juan Bta. Codina Bas

14 de junio de 2020 - 00:00

Desde el primer momento del estado de alarma que decretó el Gobierno de España por la COVID-19 en marzo de 2020, los protagonistas, actores pasivos, sin intervención en la decisión, sin comerlo ni beberlo, fuimos los mayores.

El gobierno nos puso bajo su tutela y nos confinó en nuestros domicilios, o residencias, con el argumento de que éramos personas de riesgo y que con facilidad nos podíamos contagiar e incluso nos podían contagiar, entre otros los hijos o los nietos. Al final parecía que podía venir el posible e incierto daño de cualquiera que se nos acercara. Los niños no se podían contagiar, pero sí que nos podían contagiar la COVID-19.

Los abuelos y abuelas, los yayos y las yayas, hemos sido los sufridores en esta crisis, como en aquel mítico programa de la TVE, 1, 2, 3… responda otra vez.

En este tiempo de confinamiento he tenido, en mi situación de abuelo, que evitar en esta etapa el disfrute y el goce de la presencia de los nietos. Ante el nacimiento de la primera nieta, tomé la decisión de que me llamara abuelo, mientras a mi mujer le gustaba más el nombre de yaya.

De esta forma, todos nuestros nietos tienen, por nuestro lado, un abuelo y una yaya, pero no veáis lo difícil que fue que la primera nieta y luego los demás, pronunciaran correctamente dicho vocablo ya que hasta los dos o tres años no consiguió deletrearlo con corrección, los que siguieron también debieron superar las dificultades de pronunciación de ‘abuelo’. La palabra yaya era más fácil de pronunciar pero el diptongo ‘ue’ se les atravesaba.

Una vez, en uno de los acompañamientos en que los llevaba al colegio, pregunté a los nietos qué palabra les gustaba más para referirse a los mayores: viejo, anciano o abuelo. En los cuentos suele aparecer la viejecita, pero no la vieja; y en casa hay muebles viejos que se diferencian de los muebles antiguos; el anciano tiene otras connotaciones de persona muy mayor; una forma, les decía, que la sociedad utiliza para nombrar a los mayores era usar un eufemismo como el de tercera o cuarta edad, pero al final concluíamos que la palabra que más nos gustaba era la de abuelo. Esta palabra mueve a la ternura y a la alegría.

Si en esta etapa de la pandemia yo no he disfrutado de la presencia de los hijos y sobre todo de los nietos por prescripción gubernativa, mi mujer lo ha sufrido mucho más. Necesita mucho más que yo del abrazo de las nietas y nietos. Y al final hemos recurrido a los vídeos por el móvil para paliar esta ausencia.

¿Cómo hemos aprendido a hablar y a vernos por la pantallita del móvil? Pero en este canto épico a los mayores lo hacemos por el sufrimiento que se ha producido en cada uno de nosotros al ver cómo iba creciendo cada día la cantidad de fallecidos y entre ellos los mayores en porcentaje más elevado.

Los mayores nos hemos sentido solos y de vez en cuando recibíamos el mazazo de que había caído alguno de nuestros amigos y amigas por esta situación.

¡Qué pena que quien en la década de los 40 del siglo XX tuvo una situación de penuria de la que sobrevivió, ahora, en el primer cuarto del siglo XXI, en lo que era la sociedad del bienestar, se sienta solo, confinado, discriminado y con la sensación de que al ser persona de riesgo pasa a ser objeto de animadversión!.

Un día, los hijos, encargaron un desayuno para dos personas que llegó a las 9:30 de la mañana y que fue una luz en nuestras vidas, igual que un precioso ramo de flores en el que iba la expresión de su cariño y todo su amor. El final fue como un avance del final del confinamiento, aunque éste aún tardará en llegar.

Para la yaya, principalmente, fue la luz del despertar de un sueño.

Por haber sufrido en sus carnes muchos de los estigmas de la pandemia, los abuelos y abuelas, los yayos y las yayas, son merecedores de este Canto épico. Si el día de mañana, podéis hablar de este momento, debéis hacerlo con alegría porque a pesar de muchas dificultades, hemos salido adelante y hemos tenido fuerzas para superarlo y son los nietos y nietas quienes nos han ayudado a mirar con ojos alegres el futuro para acompañarles en su camino.

La esperanza en verlos crecer y volver a disfrutar con su presencia, sus risas, sus bailes y sus pinitos en el camino de hacerse mayores y madurar son las vitaminas que nos han hecho aguantar y continuar para salir de esta situación.

Creo que en estos días hemos envejecido más aprisa, pero el corazón sigue igual de vivo. En palabras de Rubén Darío; “¡Ya viene el cortejo!" Ya se oyen los claros clarines que acompañan a nuestros mayores, vencedores de la vida y luchadores en múltiples contiendas. Alegraos porque ellos son la vanguardia de la sociedad. Nietos y nietas, disfrutad de los abuelos y abuelas, de los yayos y yayas, mientras estén a vuestro lado. Aprovecharos de su presencia y sedles sus seres más preciados y queridos. Sacadles una sonrisa que vosotros con vuestra mirada sois capaces de eso y de mucho más.

¡Ya viene el cortejo, Ya vienen los abuelos y las abuelas, los yayos y las yayas!
Tocad, tocad, tocad, la algarabía nos llene de alegría
y la risa y la música inunden los pueblos y las almas.

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