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«46 años de amor», por Juan Legaz Palomares

13 de octubre de 2020 - 08:45

Como si un soplo de luz divina se encendiera dentro de mí. O como si estuviera viviendo un sueño de un esplendoroso amanecer en la preciosa Bahía de Jávea, despuntando el sol por el saliente del Cabo de San Antonio, me despierto el 06 de octubre de 2020, rejuvenecido, alegre, contento, y con la mirada retrospectiva de 46 años (06 octubre 1974) pletórico de recuerdos, de vivencias, de ilusiones, y un expectante y largo camino con muchas rosas y pocas espinas. Pero, sobre todo, con un corazón henchido de la luz del amor, inquebrantable, fiel, y sin fisuras que hemos vivido durante estos cuarenta y seis años, mi esposa Gabriela y yo.

Lo he querido representar con esta foto de la Playa de la Grava, porque en mi querida Xàbia fue donde me declaré por primera vez a mi esposa Gabriela. Y allí nació el amor que, afortunadamente ya dura cuarenta y seis años.

Desde aquel 06 de octubre de 1974 en el que dije: “Sí quiero”, penetró en mi corazón la semilla limpia y pura del amor verdadero. De un amor, que ha crecido y se ha fortalecido con el paso de los años. Y os aseguro que, no hay nada más bello y reconfortante que amar y ser amado. Es vida, y vida en abundancia.

Ninguna tormenta, ningún contratiempo pueden socavar la fuerza amorosa que siento por mi esposa. Es el mejor regalo que he recibido del Omnipotente Creador.

Mi agradecimiento a Dios es infinito, porque me ha donado el don más preciado que se puede recibir en la vida: El Amor de mi esposa Gabriela, que colma, ha colmado y colmará de felicidad a mi humilde persona. Que ilumina mi corazón para que viva contento y alegre junto a ella.

No quiero obviar, en este día de felicidad, el contratiempo inesperado que sufrió mi querida esposa el día 13 de julio pasado: un imprevisto “ictus cerebral” que conllevó tres días de ingreso en UCI y ocho más de hospitalización en planta hospitalaria. La losa que cayó sobre mi persona y me aplastó de la cabeza a los pies, es inexplicable con palabras. Nada, ni nadie podían consolar o aminorar mi dolor, mi tristeza y desvarío. Horas, días y noches de incertidumbre y desesperación, mientras esperaba resultados positivos a la terrible enfermedad.

Solo acudía a mi mente la patética frase: “Señor, yo no puedo vivir sin ella”. Afortunadamente, gracias a Dios, pasados casi cuatro meses, ha vuelto a la plena normalidad, prácticamente. Y volvemos a rehacer la vida que vivíamos anteriormente. El milagro del amor está vivo, marcha con más vigor que antes, y mi tristeza y pesadumbre han desaparecido. Estamos juntos en amor y compañía de nuevo. Plenos de vida e ilusión para seguir unidos y amándonos como el primer día, hasta que Nuestro Padre Dios Todopoderoso lo considere conveniente.

Gabriela, mi corazón late porque recibe tu soplo de amor. No se parará porque ese soplo de amor es divino. Tu mirada dulce y cariñosa deslumbra e ilumina mi rostro y enjuga las lágrimas de mi llanto. Y te digo mi querida Gabriela:

Ya son cuarenta y seis años seguidos
de infinito cariño, de infinita bondad,
ya son cuarenta y seis años vividos
de amor, entrega y generosidad.
Es una bendición del cielo
vivir contigo y amarte
es un inmenso consuelo
poder tenerte y adorarte.
Mi vida sin ti, no es vida,
porque vivo para quererte
tú eres la mejor bebida
que bebo diariamente.
Beber y beber tu amor
es, lo que, a mi alma llena,
tu amor el mejor licor
¡qué borrachera más buena!
Esta melopea amorosa
ruego porque no tenga fin
que cuida esta hermosa rosa
que crece en ese bello jardín.

Pido que un soplo divino
nunca me aleje de tu lado
que por eterno destino:
tú mi amada, y yo tu amado.
Que ni en tu alma, ni en la mía
se extinga nunca la luz de Dios
que nuestra vida sonría
como una bella flor
que nos brinda día a día
la luz del amor de Dios.
“Gabriela, mi amor ni con la muerte se acaba. Te quiero hasta la Eternidad”.

Murcia-Xàbia 06 octubre 2020.

Juan Legaz Palomares.

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