Pues sí, mis queridos lectores, qué desilusión. Hasta hace bien poco, yo celebraba -o al menos lo intentaba- el Día de San Valentín a lo grande, creyendo o considerando que el amor triunfaba en mi vida…, pero nada más lejos de la realidad.
Los científicos metieron sus manitas o manazas en el asunto y, hoy por hoy, resulta que el amor no es más que una alteración de la química corporal. Sí, ya sé que pueden decirme que hace ya mucho que se aseguraba que el amor es una enfermedad que solo la curan el tiempo o el matrimonio, pero ‘del dicho al hecho…’; sin embargo, ahora no.
Ahora es que está demostrado con hechos, vamos, con experimentos científicos realizados en el torrente sanguíneo que revelan todo el caudal de dopamina, serotonina y demás ‘inas’ que nos vuelven medio gilipollas. El problema es cuando ya se viene con otra mitad de gilipollez de serie, entonces ya… Y aunque dicen que ese estado de imbecilidad transitoria solo dura unos dieciocho meses, yo lo dudo mucho. A no ser que en ese corto intervalo la mezcla de imbecilidades potencie ‘pa’ los restos la que se traía de fábrica.
De todas formas, hay que reconocer que se han cargado de un plumazo la seducción, conquista, miradas, poemas, declaraciones, palpitaciones, mucho marear a la perdiz… y hasta a Cupido, puesto que, de flechas, nanay. No hay más flechas que neurotransmisores aumentados por una hormona llamada ‘neurotrofina’ que produce en nuestro organismo todas las alteraciones que antes otorgábamos a esos maromos o a esas pibonazas que nos dejaban sin sentido.
Y es que eso de que por las calles azules de las venas anden traficando hormonas en revolución puede ser la mejor de las atenuantes. Siempre puede quedar el “Lo siento, me he equivocado y no volverá a suceder”, ¿se acuerdan?
Hombre, lo ideal, puestos ya a quitar romanticismo a la cosa, sería que también se quitará trabajo, es decir, nada de pérdida de tiempo en prolegómenos que ya sabemos que solo obedecen a una causa, vayamos directamente a los resultados y, cuando queramos que alguien se enamore de nosotros, ya saben: una caja de bombones rellenos de ‘neurotrofina’ y listo el bote. Y si la relación con quienes están pilladas por el corazón o la entrepierna no funciona como debe, pues nada, una de antídoto ‘neutrofinel’ y que le vayan dando. Que, por mucho que el dolor sea experiencia, podría asegurar que serían muchos quienes pasarían olímpicamente de algunas experiencias.
Así que, entre que la serotonina que nos produce felicidad, la oxitocina confianza y ahora la neurotrofina pasión a lo bestia, a partir de hoy, cuando digamos que entre una pareja hay química no vamos a estar recurriendo a metáforas.
Y, por supuesto, nada de que el amor es ciego. El amor, como la canción de Las Supremas de Móstoles, es un “enfegmo” de tres pares de hormonas. Nunca mejor dicho.
Juan Legaz Palomares
Eso te pasa por celebrar fiestas consumistas y creerte todo lo que lees de supuestos «estudios cientificos»….El Amor real es otra cosa.